Tratemos de definir dignidad como ese sentimiento que nos une a nuestro yo, que se amalgama al auto-respeto, ese que nadie más que uno mismo puede otorgarse, como regalo especial.

En el amor este sentimiento es el límite que debe existir cuando el vínculo es sano, es el motor del mismo, trasgredir esto nos llevará al camino del vínculo patológico, de la dependencia emocional, del apego.
Cuantas veces cruzamos ese límite, en nombre del amor?, volviéndonos débiles y vulnerables, aferrándonos a alguien, aún sin ser queridos, sin ser tenidos en cuenta, aceptando solo migajas para perdurar y permanecer al lado de ese otro, por poquito que sea.
No confundir orgullo con dignidad, el primero en ocasiones es destructivo, la dignidad está o debería estar tan unida al yo que nos habilite a alojarnos en esa posición de respeto propio y respeto hacia el otro.

En nombre del amor no puede existir un “vale todo”, los límites son necesarios formando parte de códigos propios para luego formar códigos implícitos con alguien más, siendo estos necesarios para sostener el vínculo amoroso con ese alguien, sin sacrificios irracionales .

La dignidad nos permite saber que podemos estar en una soledad digna a tener que estar en un sinfín de carencias en relaciones enfermas.
La soledad en ocasiones es el camino más sano, no todos los amores tienen derecho a ser transitados, si estos lastiman.
Solo el amor sano es que construye, el que eleva, el que nos permite ser libres, el amor enfermo destruye, angustia, mata y nos cosifica.
El precio de un amor nunca debería ser perder nuestra dignidad, esto es amor propio y debe ser el primero, aquí el gran comienzo.
Salir de relaciones enfermas, aunque duela será el único camino posible para no ser objeto de manipulación de nadie.

Amor y dignidad, empiezan por uno para después poder así compartir  con alguien más.


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